Cómo influye la pornografía en la cultura?

La pornografía hoy en día es fácilmente accesible a cualquiera. De hecho, para muchos, acceder a un dispositivo con conexión a Internet y visitar sitios pornográficos es un gesto muy común. Y la facilidad de encontrar este tipo de contenido para adultos hace que ver porno xxx sea a menudo un proceso diario y muy natural. 

Por supuesto, todo esto naturalmente trae con ello una serie de preocupaciones, no sólo en lo que respecta a los individuos sino también a la sociedad. 

¿Pero cómo se refleja el consumo de pornografía en la sociedad?

De hecho, es una cuestión que preocupa particularmente a los más conservadores de la sociedad, que temen que el aumento exponencial del consumo de la pornografía en streaming y en alta definición pueda inducir a los hombres a hacer uso y abuso de las mujeres.

Hay países en los que la pornografía está más restringida o no es muy accesible y no son capaces de ofrecer a las mujeres un mejor tratamiento, dándoles a cambio más derechos, mayor dignidad e igualdad de estatuto, mientras que muchos países en los que el consumo de pornografía es habitual parecen tener mucho más éxito a este respecto.

Sin embargo, esto no demuestra que esta nueva era de alta definición, y la difusión de pornografía en streaming, no pueda suponer una amenaza para la salud pública, o que no sea moralmente censurable.

Lo que los conservadores de la sociedad sostienen es que la pornografía nos ha traído una generación de hombres que piensan en las mujeres como objetos para ser usados y abusados para su placer sexual. No nos ha dado hombres que sepan lo que es la virtud y el honor. No instruye a los hombres a buscar su alegría en el amor propio y la fidelidad sexual a una mujer. Enseña a los jóvenes a utilizar a las mujeres para el sexo y luego a desecharlas cuando no están disponibles o ya no son interesantes.

Además de que la pornografía representa una versión particularmente concentrada y tóxica de la desigualdad de género, todavía nos sugiere que es lo más sexy. Pero en realidad y como todo, siempre están las dos caras de la moneda. Imaginemos el caso de una pareja que en su intimidad hace uso de la pornografía de forma «sana» y en beneficio de la pareja, sin uso ni abuso de poder, siempre y cuando sea algo aceptado por los dos en principio no debería haber ningún inconveniente. La revolución sexual nos prometió más sexo y más placer, por lo que el consentimiento debe ser la base fundamental de una moral sexual correcta.

Por último, la pornografía representa un encuentro sexual como una cuestión de excitación y liberación. Esta experiencia puede satisfacer los deseos y fantasías de un individuo, pero no puede proporcionar el placer o la comodidad de relacionarse con otra persona tan compleja y misteriosa como ella misma. Ya sea para atraer a los hombres o a las mujeres, es una cuestión de disfrute.

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